lunes, 16 de julio de 2007

Digamos que hoy lo extraño, y ya. Sé que sueno más a Thanatos que a mí, porque del otro lado se dice que las frases cortas y heladas son apropiadas, y que se tiene que pedir permiso a algo llamado Razón para llorar. Menuda tontería.
Quiero verlo, exijo hacerlo, tocarlo, abrazarlo, ordenarle que no me olvide, porque yo no puedo ni quiero olvidarlo; pedirle ayuda, un consejo para que la próxima muerte no me duela, una esperanza, una pequeña esperanza con su olor a madera.
No es necesario decir que tengo un puño de nada en las manos ahora, y que quisiera que fuera él quien llenara este vacío que impregna mi piel... que él sea conmigo un nosotros anaranjado y con ojos azules, como las flores de nuestros jardines, extraña utopía estival de una extraña persona que se parece cada vez menos a lo que solía ser.